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Musulmanes y cristianos ante la Biblia y el Evangelio

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Foto di Aritha da Pixabay

La Sagrada Escritura y la Palabra de Dios

I. Las preguntas del musulmán

  • ¿Por qué hay cuatro evangelios en lugar de uno solo? ¿Cuál es el evangelio auténtico?
  • ¿No son las diferencias que existen entre los evangelios una prueba de que fueron corrompidos?
  • ¿Cómo puede ser la Biblia la Palabra de Dios cuando cada uno de sus libros lleva el nombre de sus autores (Isaías, Mateo, Marcos, etc.)? En el mejor de los casos, estos autores serían los transmisores de la revelación que se les había comunicado.
  • ¿Cómo pueden ser los autores de los libros de la Biblia auténticos transmisores si no son testigos oculares de los acontecimientos que comunican y no se encuentran en una sucesión ininterrumpida de transmisores como sí es el caso de las reconocidas tradiciones islámicas (Hadith)? Por ejemplo, Lucas no conoció a Jesús y no menciona los nombres de quienes recibió su información (Lc 1,1-4).

II. Perspectivas Musulmanas

General

El punto fundamental aquí es que los musulmanes juzgan los Evangelios, así como la Biblia en su conjunto, según el modelo del Corán. El Islam considera el Corán como el modelo y el criterio para cada Escritura revelada por Dios. El Corán es la Palabra directa de Dios, revelada al Profeta, quien es, ni más ni menos, el transmisor de esta Palabra. El texto es único e inmutable; no es en ningún sentido el resultado de la creatividad humana.

El Corán es el criterio (al-furqan) de la verdad. Todas las demás Escrituras deben compararse con él. La Biblia, incluidos los Evangelios, solo puede considerarse la Palabra de Dios cuando está en armonía con el Corán. Quienes poseen el Corán no necesitan leer las demás Escrituras, que han sido alteradas, de modo que ya no se corresponden con los textos tal como fueron revelados originalmente, o al menos han sido malinterpretadas. Así pues, existe poco interés entre los musulmanes por leer la Biblia, salvo por la curiosidad de descubrir las fuentes de las doctrinas y prácticas distintivas de los cristianos. De todos modos, esta curiosidad se ve con cierta sospecha entre los musulmanes, ya que pone en duda la innegable verdad del Corán como revelación final.

Detallado

  1. Solo existe una Escritura eterna, la madre del libro (umm al-kit?b, Corán 13:39; 43:4; cf. 3.7).(1) Esta es la Palabra misma de Dios, inmaculadamente protegida en la tabla preservada (al-lauh al-mahf?z, Corán 85:22). Con el paso del tiempo, esta Escritura original fue revelada a los profetas suscitados por Dios: a Moisés en la Torá (prácticamente idéntica al Pentateuco); a David en los Salmos (Zabur); a Jesús en el Evangelio (Injil) y, finalmente, a Mahoma en el Corán árabe. Todas estas Escrituras fueron enviadas, dictadas por Dios a los profetas, cuyo deber era transmitirlas palabra por palabra, sin ninguna corrupción.
  2. Cada una de estas Escrituras es una edición de la única Escritura eterna. Todas contienen un mismo mensaje, enfatizando la advertencia: Debes adorar y servir al único y verdadero Dios, sin poner a ningún otro ser junto a él. Hasta ahora, las Escrituras de judíos y cristianos concuerdan con el Corán, que, como la edición final y perfecta de la Palabra de Dios, dada en árabe, contiene las verdades esenciales de toda la Escritura revelada, expresadas con una claridad y una belleza estilística insuperables. Donde existe desacuerdo entre la Biblia y el Corán, esto surge del hecho de que los judíos y los cristianos no preservaron sus respectivas Escrituras a la perfección, sino que las corrompieron (harrafa, tahrif).
  3. Los teólogos y apologistas musulmanes señalan diversas maneras en que la Torá y el Evangelio han sido corrompidos.

– Los primeros cinco libros de la Biblia (el Pentateuco) no pueden atribuirse en su totalidad a Moisés. Por ejemplo, la descripción de su muerte en Deuteronomio 34:5-8 debe haber sido escrita por alguien distinto de Moisés. La Biblia contiene añadidos editoriales de este tipo.

PROVA

Los Evangelios del Nuevo Testamento están llenos de contradicciones, por ejemplo, en sus relatos sobre las genealogías de Jesús, su llegada a Jerusalén y la traición de Pedro a Jesús. Además, fueron compuestos por cuatro escritores diferentes, al menos uno de los cuales nunca conoció a Jesús. Por lo tanto, incumplen el requisito más fundamental para una transmisión fiable, expresado en el concepto de hadiz mutawātir, que exige que la atestación de un dicho o hecho del Profeta se remonte al testigo original a través de una cadena ininterrumpida de transmisores.

Los cristianos reconocen que varios evangelios apócrifos no fueron aceptados en el canon. Uno de ellos debe haber sido el Evangelio verdadero, que concuerda con el Corán. Muchos musulmanes creen que el Evangelio de Bernabé es precisamente este Evangelio auténtico.(2)

Es bien sabido que los cristianos han suprimido las referencias a la llegada de Mahoma tanto en la Torá como en el Evangelio (Corán 7:157; 61:6). Sin embargo, aún existen vestigios de estas predicciones en el texto bíblico existente. La Torá habla de un profeta como Moisés que ha de venir: «El Señor tu Dios te suscitará un profeta como yo de entre tu pueblo; escucharás a tal profeta… Yo les suscitaré un profeta como tú de entre su pueblo; pondré mis palabras en boca del profeta, quien les dirá todo lo que yo ordene» (Deuteronomio 18:15,18)(3). El Evangelio de Juan habla de alguien que vendrá después de Jesús y enseñará a los discípulos toda la verdad (Juan 14:16,26; 15:26; 16:13).

– Sin embargo, algunos eruditos musulmanes, tanto del pasado como del presente(4), han aceptado el texto de la Biblia tal como está hoy. Sugieren que la corrupción de la que habla el Corán se refiere a una interpretación errónea del texto por parte de judíos y cristianos desde tiempos antiguos, más que a una alteración del texto original. Otros eruditos musulmanes contemporáneos(5) reconocen que los Evangelios se basan en el conocimiento de acontecimientos históricos, pero añaden que la interpretación cristiana de estos acontecimientos no excluye necesariamente otras interpretaciones (por ejemplo, la musulmana).

– Cabe destacar también que algunos eruditos musulmanes contemporáneos(6) han comenzado a aplicar los principios de la erudición textual moderna al estudio del Corán. Sin embargo, han encontrado considerables dificultades en sus propias sociedades, tanto desde el punto de vista político como académico.

III. Perspectivas Cristianas

  1. Para los cristianos, la palabra de Dios no es, en primer lugar, la palabra escrita de la Escritura, sino el acontecimiento del que la Escritura da testimonio, es decir, la comunicación de Dios en la historia humana. El Antiguo Testamento da testimonio del Éxodo como liberación de la esclavitud en Egipto y presenta la firma de la Alianza en el Sinaí y la ocupación de la Tierra Prometida como expresión de los propósitos de Dios, quien está y estará con su pueblo para salvarlo. Los cristianos encuentran expresada en los escritos del Nuevo Testamento su fe en que Jesucristo, la Palabra de Dios, es la revelación definitiva y perfecta del Dios de Israel para todos los pueblos. Entre los Evangelios existen diferencias en la selección y el énfasis; esto puede observarse, por ejemplo, en una comparación de los cuatro relatos de la Pasión. Sin embargo, lo que es común a todas las tradiciones contenidas en el Nuevo Testamento (es decir, Evangelios, Hechos de los Apóstoles, Cartas, Apocalipsis) es que presentan los hechos y las palabras de Jesús a la luz de su Resurrección. Es sobre todo la Resurrección de Jesús la que revela su verdadera identidad y la profundidad de sus palabras.
  2. La Biblia, incluidos los Evangelios, fue escrita por autores inspirados por Dios; es la palabra de Dios en la medida en que fue escrita bajo inspiración divina. Muchos libros bíblicos se escribieron tras un período de transmisión oral. El resultado es la colección de textos, identificados y preservados por la Iglesia, que llamamos la Biblia, que incluye tanto el Antiguo o Primer Testamento como el Nuevo o Segundo Testamento. La Iglesia cree que estas Escrituras, tomadas en su conjunto, dan testimonio de la acción y la autorrevelación de Dios. Como creyentes, encontramos aquí la palabra de Dios. Así como los apóstoles se remitieron constantemente a las Escrituras (es decir, al Antiguo Testamento en aquel entonces), también nosotros, si queremos reconocer la palabra de Dios en toda la Biblia, debemos prestar atención al Antiguo Testamento.
  3. La palabra de Dios nos llega en lenguaje humano. Cuando los profetas anuncian la palabra de Dios, lo hacen con una referencia detallada a los contextos a los que se dirigen y a los grupos de discípulos que los rodean. Asimismo, los Evangelios comunican su mensaje en los diversos contextos de las distintas comunidades cristianas primitivas. Esto explica la diversidad tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, que refleja diversas perspectivas sobre la misma revelación. Los autores bíblicos no se limitan a transmitir las palabras que les dictan; más bien, en las formas distintivas en que expresan la palabra de Dios que han recibido, dan testimonio de que esa palabra es una realidad viva.

El análisis textual moderno busca establecer qué material de los Evangelios puede atribuirse directamente a Jesús y qué se deriva del testimonio de las comunidades primitivas. Al identificar así los principios esenciales de interpretación que ya operaban en las propias Escrituras, comprenderemos mejor la importancia de Jesús para nuestra situación contemporánea.

IV. Respuestas Cristianas

Como cualquier otro documento histórico, la Biblia puede estudiarse desde fuera de los supuestos de la fe cristiana. Así, los Evangelios han sido interpretados desde diversas perspectivas, dando lugar, por ejemplo, a interpretaciones racionalistas, marxistas, judías e incluso musulmanas de los acontecimientos que describen. Cada una de estas interpretaciones merece respeto en la medida en que considera seriamente la intención del propio texto. En consonancia con esta preocupación por respetar la alteridad de los textos, es de esperar que el diálogo entre cristianos y musulmanes considere seriamente las diferencias entre el Corán y la Biblia.
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Es fundamental comprender, sobre todo, que el enfoque musulmán consiste en pensar el Evangelio en términos del Corán, como una forma o versión del Corán. Solo así es posible dialogar significativamente con los musulmanes desde la perspectiva de la fe cristiana, basándose en el mensaje de los Evangelios.

No es un buen punto de partida para el diálogo centrarse en las diferencias entre los Evangelios ni (en respuesta a la opinión de que estas diferencias constituyen un problema) presentar explicaciones históricas. En cambio, debe enfatizarse el contenido de los Evangelios.

El Evangelio, enfáticamente, no es un libro. La palabra griega euangelion significa la Buena Nueva (de salvación) (al-bushra). Su contenido es el mensaje del amor de Dios, comunicado por Jesús, el Hijo de Dios. Este mensaje no fue inicialmente escrito, sino proclamado por Jesús y luego —de nuevo oralmente, no por escrito— fue transmitido por sus discípulos, quienes vivieron con él y se convirtieron en testigos de su vida, sufrimiento, muerte y Resurrección.

Damos testimonio de que Jesús mismo es la Palabra de Dios, la autorrevelación de Dios. El Corán también llama a Jesús Palabra de Dios (kalimat Allah, Corán 4:171; cf. 3:39-45), sin entender, sin embargo, a Jesús como el Hijo de Dios.

Con los cuatro Evangelios llegamos al testimonio escrito de Jesús. Fueron escritos a la luz de la fe en Jesús como el Resucitado y esperan del oyente o lector la misma fe; nos preguntan si nosotros también encontraremos a Jesús como Señor.

Los cuatro Evangelios encarnan la tradición de la Iglesia, la extensión en forma bíblica, en la comunidad creyente, del mensaje de Jesús. Este fue proclamado originalmente oralmente y alcanzó forma escrita en la segunda mitad del siglo I. Esta interpretación de los Evangelios es, en cierta medida, análoga al concepto musulmán de la Sunna: la preservación, fuera del Corán, de las tradiciones sobre las palabras y los hechos de Mahoma.

Los manuscritos más antiguos del Nuevo Testamento datan de principios del siglo II. Al igual que ocurre con la Biblia en su conjunto, los manuscritos antiguos de los Evangelios contienen diversas variantes. Existe una concordancia sustancial entre los diferentes manuscritos, pero también existen algunas diferencias significativas. Aplicando los métodos de la crítica textual, es posible reconstruir el texto original con cierta fiabilidad. Se han publicado ediciones críticas del texto bíblico que consideran las variantes textuales más significativas. Los primeros escritos cristianos (Evangelios, Cartas, etc.) fueron recopilados por la Iglesia en el Canon. En este proceso, la Iglesia no reconoció todos los escritos disponibles como auténticos; algunos fueron excluidos del Canon y llegaron a ser conocidos como apócrifos.

Es fundamental para el diálogo que cada parte reconozca que la Escritura, en la que se fundamenta la fe de la otra comunidad, constituye la base y la norma para la comprensión y la expresión de dicha fe. Este punto, reconocido en el Congreso Musulmán-Cristiano celebrado en Trípoli (Libia) en febrero de 1976, también implica la importancia de que los cristianos estudien el Corán y los musulmanes la Biblia para que el diálogo entre ellos sea significativo.

  • (1) N. del T. Hemos utilizado en la versión española de esta obra la traducción y edición del Corán preparada por J. Cortés (Herder, Barcelona 82002), excepto en aquellas palabras o frases dónde la versión inglesa del original alemán difiere de ésta o de la traducción de J. Cortés. Para evitar la repetición del término Corán, de ahora en adelante los números entre paréntesis se refieren siempre a la sura y al versículo o versículos correspondientes del Corán.
  • (2) Sobre el Evangelio de Bernabé, véase nota infra.
  • (3) Las citas bíblicas se han tomado, en general, de las traducciones La Biblia de Jerusalén (Bilbao 1998) y La Biblia (Salamanca 1992); otras se han realizado a partir del texto original de la versión inglesa que usa la traducción de la New Revised Standard Version.
  • (4) Ibn Sînâ (980-1037), Ibn Khaldûn (1332-1406), Muhammad Abduh (1849-1905), Sayyid Ahmad Khan (1817-1898).
  • (5) Abbas Mahmûd al-Aqqâd (1889-1964), autor de la vida de Jesús titulada Abqariyyat al-Masîh (1952), véase Olaf H. Schumann, Der Christus der Muslime (Böhlau, Colonia/Viena 1988) 111-131; Fathî Uthmân (nació [a partir de ahora n.] en 1928 en el Alto Egipto), autor de Maa al-Masîh fi anâjîl al-arbaa (Con Cristo en los cuatro evangelios) (1961), véase Olaf. H. Schumann, op. cit., 132-146; Khâlid Muhammad Khâlid (n. 1920), autor de Maan, ala al-tarîq, Muhammad wa-l-Masîh (Juntos en el camino – Mahoma y Cristo) (1958), véase The Oxford Encyclopedia of the Modern Islamic World, II, 412-413.
  • (6) Mohamed Arkoun (n. 1928, Argelia), Profesor de Historia de la Cultura y del Pensamiento Islámicos en la Sorbona (París); Nasr Abu Zaid (n. 1943, Egipto), Profesor de Estudios Islámicos en Leiden.

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P. Christian W. Troll SJ (30/4/22)

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