La guerra que todos tememos estalla (Carta de la Madre Teresa a Bush y Saddam)

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Image by Pete Linforth from Pixabay

En 2001, en un clima de miedo similar al que vivimos hoy, la Madre Teresa escribió una carta. Nadie respondió. Desafortunadamente, la carta sigue siendo relevante en un mundo que actualmente experimenta vientos de guerra.
Nunca perdemos la esperanza.

2 de enero de 1991
 
Queridos presidente George Bush y presidente Saddam Hussein,

Acudo a ustedes con lágrimas en los ojos y con el amor de Dios en el corazón, para rogarles por los pobres y por los que se convertirán en pobres si la guerra que todos tememos estalla. Les imploro con todo mi corazón que trabajen, que trabajen duro por la paz de Dios y por reconciliarse.

Ambos tienen argumentos que presentar y un pueblo que cuidar, pero primero por favor escuchen a Aquel que vino al mundo para enseñamos la paz. Tienen el poder y la fuerza para destruir la presencia y la imagen de Dios, a Sus hombres, a Sus mujeres y a Sus niños. Por favor escuchen la voluntad de Dios. Dios nos ha creado para ser amados por Su amor y no para ser destruidos por nuestro odio.

A corto plazo puede haber ganadores y perdedores m esta guerra que todos tememos, pero ello nunca puede, nunca podrá justificar el sufrimiento, el dolor y la pérdida de vidas que provocarán sus armas.

Acudo a ustedes en nombre de Dios, del Dios que todos amamos y compartimos, para suplicar por los inocentes, nuestros pobres del mundo y aquellos que se convertirán en pobres debido a la guerra. Son ellos los que sufrirán más porque no tienen forma de escapar. Imploro de rodillas por ellos. Ellos sufrirán y nosotros seremos los culpables por no haber hecho todo lo que estaba en nuestro poder para protegerles y amarles. Les suplico por los que se quedarán huérfanos, las que se. Quedarán viudas y los que se quedarán solos, porque sus padres, maridos, hermanos e hijos han sido matados. Les suplico que por favor los salven. Les suplico por los que quedarán inválidos y desfigurados. Son los hijos de Dios. Les suplico por los que se quedarán sin casa, sin comida y sin amor. Por favor piensen en ellos como si fueran sus hijos. Finalmente, les suplico por los que perderán lo más valioso que Dios nos pueda dar, la vida, que es será arrebatada. Les suplico que salven a nuestros hermanos y hermanas, suyos y nuestros, porque han sido dados a nosotros por Dios para que les amemos y les queramos. No nos corresponde destruir lo que Dios nos ha dado. Por favor, dejen que sus mentes y su voluntad sean la mente y la voluntad de Dios. Tienen el poder de llevar la guerra al mundo o de construir la paz. Por FAVOR ESCOJAN EL CAMINO DE LA PAZ.

Mis hermanas, nuestros pobres y yo estamos rezando tanto por ustedes. El mundo entero reza para que abran sus corazones a Dios con amor. Quizá ganen la guerra pero ¿Cuál será el precio para las personas destrozadas, mutiladas y desaparecidas?

Apelo a ustedes—a su amor, a su amor por Dios y por sus semejantes. En el nombre de Dios y en el nombre de aquellos a los que ustedes harán pobres, no destruyan la vida y la paz. Dejen que triunfen el amor y la paz y que sus nombres sean recordados por el bien que han hecho, la alegría que han repartido y el amor que han compartido.

(…)
Que Dios les bendiga, ahora y siempre. Dios les bendiga.
 
M. Teresa M. C.

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